La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet Lamaña, ha suplicado a sus señorías, que guarden las formas, modales, expresiones, soeces y demás lindeces… para salvaguardar el orden, la educación y el honor que merece la Cámara Baja. Lo ha pedido con esa cara seria que siempre tiene Meritxell, que parece que sufre dolor de muelas crónico. ¡Qué mujer más desaboría! que diría un andaluz.
Pero lo primero que debería hacer esta catalana de pro es poner en orden a su partido que son los más vociferantes, mal educados, irrespetuosos y pendencieros. Si, así son. Patalean, golpean el pupitre, se mofan de los demás, chillan, pero sobre todo faltan al respeto a los que no piensan como ellos. Solo ejecutan ordenes recibidas de su coordinador de acción política, que debió ser de pequeño el gamberro de la clase.
Pero lamentablemente, lo peor no lo hacen ellos. Ellos son solo los “palmeros” de la legislatura. Lo peor viene de la bancada (plataforma firme sobre la que se coloca una o varias máquinas para trabajar en ellas o también grupo de legisladores de un mismo partido político, RAE) azul, esa que ocupan, nada más ni nada menos, que veintidós personajes de la más variada tipología. Personajes elegidos no para gobernar si no para asumir los palos que debería llevarse su jefe por cada mentira que dice.
Esos sillones azules, acogen en la primera fila, a la izquierda según se mira desde la tribuna de oradores, al presidente de los socialistas, comunistas, separatistas y etarras… porque al resto de los españoles ni nos representa ni queremos que lo haga. Un tipo de la calaña de Pedro Sánchez solo puede representar a personas sin ética, sin principios, sin valores, sin perspectiva de bien común.

El presidente de este gobierno Frankenstein, es el que genera más odio, más violencia política (como ellos mismos llaman a la libertad de expresión), mas crispación, mas vocerío, mas división, menos dialogo… Solo con verle sentado en su sillón azul, uno ya puede imaginarse que clase de político desgobierna España. Imagen despectiva, creído, soberbio, egocéntrico, poseedor de la verdad, con risa cínica… Su vestimenta es de «pasarela» hortera.
En este Parlamento tiene que haber desorden a la fuerza, porque las provocaciones vienen siempre de la mano de la máxima autoridad de la Nación. Pedro Sánchez, a parte de un traidor, es un provocador y está rodeado de provocadores y ese es el problema de la crispación actual. Cada día de sesión plenaria, una traición a España. Las mas recientes, que no las últimas, burlar a todos los órganos de control para eliminar el delito de sedición que deja abiertas las puertas a un referéndum unilateral sin intervención del pueblo español. Otra, la no rectificación de la mal llamada “Ley Sisi”, por pura soberbia, por aguantar unos meses de prorroga en la poltrona. La más inquietamente, el asalto a la justicia apoderándose del Tribunal Constitucional… Son tantas atrocidades que no se pueden detallar en un “post”, porque se convertiría en una novela policiaca.
Tenemos un presidente cuyo mayor logro no ha sido el bienestar de los ciudadanos, sino el haber desenterrado a Franco, según el declaró recientemente. «Yo pasaré a la historia por…» Sánchez se ha unido a esa nueva clase de dictadores «de última generación» que su único deseo es la permanencia en el poder para cambiar determinados aspectos de la sociedad que le permitan manejar el mundo a su antojo y vivir ellos cada vez mejor. Sánchez está instaurando la dictadura del siglo XXI ¿No te mosquean tantos viajes del ilustre Zapatero a Venezuela y otras dictaduras iberoamericanas? Todo para importar el «know how» que le permita asesorar con rapidez al aprendiz de brujo, al doctor «cum fraude».