Una sociedad en decadencia…

Si uno lee la prensa diaria y ve los informativos de la televisión o la radio, rápidamente puede percibir el cambio tan radical que esta sufriendo la sociedad del siglo XXI. Nunca en la historia estos cambios se han producido con tanta rapidez y con tanta «globalidad». Es como los virus, todo se contagia de forma fulminante y no da lugar a la discusión. Todos tenemos en la mente la propagación del Covid-19, pues exactamente igual ocurre con las nuevas tendencias, arropadas e impulsadas por grandes lobbies que lo único que persiguen es ganar más dinero a costa de ciertas ideologías . Es como la izquierda caviar, que predican la igualdad pero ellos viven en la desigualdad.

El mundo occidental, y cada vez mas el oriental, está creando nuevas religiones. El espiritu fundacional de la Unión Europea estaba fundado en el cristianismo, en el humanismo cristiano. Las ideas iniciales de la formación de una Europa unida nacen de una visión cristiana de la misma, sobre todo por parte de Robert Schuman, ya beatificado por la Iglesia Católica y en proceso de canonización, y Alcide de Gasperi, en proceso de beatificación, junto a las ideas de Konrad Adenauer, el padre del milagro económico alemán de la postguerra, y Jean Monnet.

Robert Schuman afirmó en el capítulo III de su libro Pour L’Europe «La democracia debe su existencia al cristianismo. Nació en el día en el que el hombre fue llamado a realizar en su vida temporal la dignidad de la persona humana, dentro de la libertad individual, dentro del respeto de los derechos de cada persona y mediante la puesta en práctica del amor fraterno a los demás. Nunca se habían formulado semejantes ideas antes de Cristo«. Esta reflexión le lleva a concluir que «la realización de este amplio programa de una democracia generalizada en el sentido cristiano de la palabra, encuentra su desarrollo en la construcción de Europa«.

Pues bien, esa corriente inicial de los fundadores de la Unión Europea ha dado paso, como digo mas arriba, a las nuevas religiones. Una de ellas es el culto a todo lo relacionado con el mundo de la LGTBIQ. Algo que solo afecta a un dos por ciento de la población mundial ha sido declarado «religión universal» algo así como «Patrimonio de la Humanidad». Los detractores de la Iglesia Católica siempre argumentaron en su contra la imposición de sus normas. Pues bien, el movimiento LGTBIQ, ha sacralizado de tal forma sus «principios» que todo el que no comulgue con ellos será señalado, perseguido y sancionado. La imposición es total. Es una autentica dictadura del pensamiento y un atentado contra la libertad de pensamiento y la libertad expresión.

Un ejemplo de la persecución que sufren los detractores de esta nueva religión es el acoso que la Unión Europea está haciendo a Hungría y a Polonia. Parece ser que el delito que ha cometido Hungría es intentar proteger su cultura, su identidad nacional y los valores en que se sustentan, algo a lo que tiene derecho como «país libre e independiente». Según los Tratados y la Carta de Derechos Fundamentales, ni la Unión ni ningún otro organismo tienen el derecho a determinar cómo crían los padres húngaros a sus hijos. El Gobierno húngaro ha esgrimido que «nadie puede obligarles a permitir que su hijo reciba información sexual sin su aprobación o que accedan a contenido perjudicial que es inapropiado para su edad». Este es el delito… Es la nueva excomunión…

Joanna Williams en su informe «The Corrosive Impact of Transgender Ideology«, publicado el pasado mes de junio afirma que la nueva religión no ha ganado tanto a la gente como a los políticos. Las acciones de un pequeño número de activistas transgénero, por astutas o bien planteadas que hayan sido, no bastan para explicar la amplia mutación de las instituciones sociales y las convenciones culturales. En una época en que los partidos políticos dominantes ven como se les alejan sus bases tradicionales, los grupos identitarios parecen ofrecer un electorado clave. Y en efecto, ahora es corriente que los partidos busquen atraerse, no ya a la clase obrera ni a la burguesía, sino a minorías raciales o sexuales.

Pero lo más significativo de esta nueva religión, según Fernando Rodriguez-Borlado, que está apoyada y promocionada por la mayoría de las grandes multinacionales y partidos políticos, es que no permite la disensión. O piensas en «LGTBIQ» o serás demonizado. Pero ante esta dictadura del pensamiento, se suceden los pronunciamientos en defensa de la libertad de expresión y contra la denominada «Cultura de la Cancelación«, término con el que algunos intelectuales anglosajones se refieren al ambiente de censura sobre los puntos de vista políticamente incorrectos que se están produciendo en determinados ámbitos, especialmente en la universidad. Recientemente ciento cincuenta y dos pensadores, mayoritariamente progresistas, dieron la voz de alarma en una carta abierta que criticaba los comportamientos intolerantes de cierta izquierda identitaria. La izquierda caviar.

Para alertar de este peligro, Robert P. George y Cornel West escribieron en 2017 un breve manifiesto titulado «Truth Seeking, Democracy, and Freedom of Thought and Expression«, al que después se adhirieron otros intelectuales de diferentes tendencias políticas. Allí sostenían que para mantener una sociedad libre y democrática son necesarias virtudes como la humildad y la apertura de mente, pero por encima de todo, el amor a la verdad.

Pero el movimiento «Transgénero» no es la única religión, hay otras de las que intentaré hablar en otra ocasión. Vivimos en el mundo de la masificación, en donde la forma de pensar «standard» no deja lugar a pensar de manera diferente. Por desgracia, estamos perdiendo estos rasgos definitorios de nuestra democracia. La esencia y el libre intercambio de ideas están siendo sustituidos por prácticas estigmatizadoras del oponente, al que se acusa de promover el odio. Hoy más que nunca es necesario romper moldes y salir del redil. ¡A por ello! Hay que rebelarse pacíficamente contra una «Sociedad en decadencia»…

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