Cuando florecen los egos peligra el compañerismo

En esta última semana están ocurriendo sucesos que marcaran historia. La mayoría de ellos, como es lógico, tienen sus protagonistas. Vladímir Putin empeñado en hacer una guerra innecesaria que traerá consecuencias muy graves para Europa y el mundo en general. Muchas vidas humanas en juego y la destrucción de un país. Trágico, muy trágico… Vladímir Vladímirovich Putin es comunista y del comunismo solo se puede esperar destrucción, pobreza, perdida de libertad, eliminación de la propiedad privada… Un desastre… Lo dejamos para otro post cuando veamos cómo se desarrollan los acontecimientos, aunque ya sabemos que Ucrania ha anunciado muertes de soldados y de civiles.

En otro orden de cosas, la crisis del Partido Popular nos deja una sensación de desconcierto y desconfianza. Se supone que una organización política con representación nacional debería trabajar bajo el signo ineludible de la unidad. Este tipo de organizaciones tienen su líder, su estructura, su jerarquía, sus normas internas que deberían garantizar el buen funcionamiento de las mismas. Cuando falta la unidad y el sentido de equipo, es una señal clara de que empiezan a aflorar los egos que son los que ponen en peligro la convivencia, pero sobre todo el compañerismo tan necesario para alcanzar los objetivos propuestos.

Mi buen amigo Placido Fajardo, escribía en su Blog de El Confidencial un reciente artículo titulado «La inteligencia de unir y la torpeza de separar«, en donde afirma que «Apelar a la unión es una constante en cualquier organización, ya sea en la política, en los ejércitos, en las instituciones, en las empresas o en el deporte de competición. La consecuencia habitual de unir a las personas da como resultado una mejora o un beneficio, sencillamente porque la suma de esfuerzos multiplica el rendimiento«. Una gran verdad que muchos hemos tenido la oportunidad de conocer a lo largo de nuestra vida profesional.

 Winston Churchill aconsejó a un joven parlamentario británico, casi debutante en esas lides, que tuviera siempre presente que sus rivales más temibles, aquellos de quienes debía desconfiar a toda costa, no estaban en la bancada de enfrente (en las filas laboristas), sino en las de atrás (en las de sus compañeros conservadores). Konrad Adenauer, primer canciller alemán y uno de los padres de Europa, lo resumió a su manera. “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. Giulio Andreotti, un viejo brujo de la política italiana, clasificó así a los seres humanos: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros y partido”.

Lamentablemente cuando falta la unidad en una organización desaparece el compañerismo, y a partir de ese momento entramos en el «todo vale». El compañerismo debería ser una competencia absolutamente necesaria en el perfil de cualquier puesto de trabajo con responsabilidad de coordinar equipos y personas. Pero en un mundo competitivo priman otras necesidades que potencian más el «qué» que el «como».

Me comentaba un amigo mío que el sufrió un acoso por parte de un compañero de trabajo. Los dos eran miembros de un Comité de Dirección, aparentemente su relación era buena, pero la realidad era otra muy distinta. Aparecieron los egos, las formas «trepas» de alcanzar el poder. En público todo marchaba fenomenal. En privado la guerra estaba declarada. Uno de ellos decidió atacar y se inventó una historia para acusar al otro ante el consejero delegado. Ello provocó el despido fulminante del atacado. Tribunales, discusiones, desinformaciones, enfrentamientos… Al final de la historia, despido improcedente.

¿Qué se deduce de esta historia? Pues algo parecido a lo sucedido entre Pablo Casado e Isabel Diaz Ayuso. Aparecieron los celos, los egos, los protagonismos y en definitiva la falta de compañerismo. En una guerra no hay empate, solo gana uno. Los problemas se resuelven hablando en privado y no sacando a la luz pública sucesos que pueden ocasionar graves consecuencias sobre todo cuando se tienen cargos de responsabilidad que pueden afectar a terceros.

Dice el Blog de la Fundación Rafael Nadal que el compañerismo es el vínculo que se establece a partir de las relaciones afectivas entre personas; un valor imprescindible para el desarrollo personal. Ser buen compañero implica colaboración, respeto, comprensión, apoyo y ayuda a los demás sin pretender recibir nada a cambio.

En definitiva cuando uno entra a formar parte de una organización ha de ser muy consciente que lo último que debe hacer es poner en juego la reputación de la misma. Cuando las relaciones entre los miembros de la organización es buena repercute necesariamente en el aumento de clientes o votantes y viceversa. La persona representa a la marca, y la marca necesita del apoyo de la persona. Son un binomio inseparable. Pero recuerda, cuando florecen los egos peligra el compañerismo y esto conduce al descontrol organizativo.

Humanismo en la empresa, pero de verdad…

Hoy se habla mucho de sostenibilidad, de igualdad, de identidad, pero se habla poco de humanidad. Son palabras con mucho contenido, pero que se están utilizando de una forma un tanto superficial. Mucho marketing para tan poca venta. Sin embargo de la humanización, que es lo que verdaderamente importa, queda un poco más en el olvido, cuando es la que realmente da sentido a esa tan cacareada sostenibilidad. Hay directivos a los que se las va la fuerza por la boca hablando de lo bueno que es trabajar en su empresa, pero cuando hablas con la «tropa» te das cuenta que todo es puro marketing, pura palabrería.

Humanizar la empresa es respetar los horarios; pagar salarios justos; tener lugares de trabajo saludables; disponer de un plan de carreras; es diferenciar al bueno del mediocre; es fomentar la comunicación entre jefe y subordinado; es incentivar la iniciativa y la creatividad; es generar un ambiente que mejore las relaciones humanas; en definitiva de lo que se trata es que ir al trabajo sea una diversión y no una maldición.

La editorial Empresa Activa, acaba de publicar un nuevo libro de Tom Peters titulado ¡Excelencia ahora! Humanismo extremo, con el que pretende convencer de que ya es hora de que se comiencen a utilizar los principios de liderazgo que llevan a la excelencia y a la calidad de vida de las personas.

La mayoría de nosotros pasamos la mayor parte de nuestra vida consciente, trabajando en empresas o negocios con entre uno y 100.000 empleados. Las empresas, entonces, no son solo parte de la comunidad, sino que las empresas son la comunidad. Por ello, el primer mandato de cualquier empresa es responder ante la obligación moral que existe hacia todo aquel que hace que su negocio sea posible.

En lo que respecto a los objetivos tradicionales de las empresas, el hecho de tener un compromiso absoluto con la excelencia para con las personas y la comunidad, es uno de los pocos parámetros que se repiten continuamente como generador de crecimiento y beneficios extraordinarios a largo plazo. Mirando la historia y el futuro, desarrollar el potencial de la gente y proveer productos y servicios que inspiren, es lo que nos ofrece la mejor oportunidad de crear una ilustrada contribución humana para enfrentarse al tsunami de la inteligencia artificial que amenaza con barrernos.

Este libro es una hoja de ruta completa hacia un mundo de excelencia, humanismo extremo, las personas primero, el cuidado y el liderazgo empresarial compasivo e inclusivo. Seguir sus estrategias y consejos no hará desaparecer los problemas asociados al Covid, sociales y políticos. Sin embargo, pueden conducir a la creación o al mantenimiento de una organización activamente comprometida con el crecimiento y bienestar de todos sus miembros y comunidades en las que opera. Para ello se estructura en 15 temas y 75 tareas que el lector puede poner en práctica desde el principio.

Tras más de cuarenta y cinco años de experiencia en el sector, este libro es el broche final de la carrera de Tom Peters, en el cual concentra toda la sabiduría adquirida durante esa etapa, y la expone de forma sencilla y directa y con un formato moderno.

Espero que su lectura te sirva para poner tu granito de arena en tu lugar de trabajo. Piensa que no es solo responsabilidad de los directivos, también es responsabilidad de todos los empleados, y por tanto de toda la organización. No podemos evadir nuestras propias responsabilidades. Humanizar la empresa es tarea de todos.

¿Son necesarias tantas reuniones en mi empresa?

Seguramente a lo largo de tu vida profesional habrás tenido multitud de reuniones, unas muy eficaces y otras absolutamente inútiles. Echa un cálculo y verás… A mí, haciendo un cálculo rápido me salen más de diez mil reuniones… ¿Qué son muchas? Tal vez me quede corto. Las he tenido de todo tipo, con diferentes personas, con objetivos distintos, en diferentes empresas… Creo que tanto tú, ahora que me estás leyendo, como yo podemos «presumir» de experiencia larga y con multitud de aprendizajes. 

Antes de seguir adelante, quisiera hacer un inciso. Como apuntaba Peter Druker, las reuniones o son efectivas o son un perfecto desastre. Reuniones rutinarias, pesadas, conflictivas, creativas, divertidas, aburridas… Creo que uno adquiere la madurez cuando es capaz de decir NO. Hoy NO voy a asistir a la reunión que me han convocado, sencillamente porque creo que es una pérdida de tiempo. El tiempo es oro y no se puede perder en sesiones de autocomplacencia. ¡Ten valor!

Con la experiencia de muchos, muchísimos años de trabajo profesional me atrevo a sugerirte algunas ideas, que seguramente tú también habrás experimentado en propia carne.

En la reunión no hay enemigos, hay personas con diferentes puntos de vista. Respétalos. Es un poco de sentido común, pero a veces en lugar de ver compañeros, vemos peldaños. En determinadas situaciones acudimos a la reunión pensando en cómo voy a contratacar en el caso de que alguien me lleve la contraria y no en como podré llegar a un punto de acuerdo. 

Muestra interés por las propuestas de los demás.​ Los demás también son capaces y tienen ideas buenas de las que, si no voy con prejuicios, puedo aprender mucho. La mayor ventaja de una reunión de trabajo es lo mucho que me puede abrir los ojos para ver nuevas oportunidades, compartir conocimiento, mejorar mi capacidad de relación y sobre todo tener la oportunidad de trabajar la humildad.

Empatiza con tus contertulios. Se amable.​ Un rostro amable, una sonrisa, un elogio ayudan a conectar con los otros. Piensa que tu cara, tus manos, tus ojos dicen mucho de ti y dicen mucho para los demás. Hazte amigo de tus compañeros, tomate un café con ellos. Felicita los cumpleaños. Estate al quite, pero sobre todo conecta con ellos.

Muestra una actitud positiva. No te quejes.​ A las reuniones hay que ir con todas las quejas resueltas. No es oportuno ir solo a plantear problemas. La queja siempre es una evasión de responsabilidades. No seas una barrera a la buena marcha del equipo. Ser positivo es cuestión de mentalidad, convencimiento y practicidad. Intenta por todos los medios no ser una persona tóxica.

Acepta tus errores.​ Pide disculpas.​ Dice el refranero que «equivocarse es de sabios», pero equivocarse tres veces en el mismo asunto es de incompetentes. Cuando se mete la pata lo mejor es pedir disculpas y sacar el aprendizaje oportuno. A las reuniones hay que ir preparado. Una intervención no se improvisa, hay que llevar cifras, datos, tendencias, evidencias y todo lo que sea necesario para defender tu postura.

No siempre se tiene la razón. Disentir es parte del juego. No te creas el más listo de la clase. Admite que los demás también pueden tener razón. Cuando sobre un mismo tema hay diferentes visiones, lo mejor es escuchar, reconocer y aprender. Eso no significa que aparques tu propuesta, sino que esta puede ser complementada por la aportación de los demás. Esa es la grandeza del equipo. 

Muestra tu desacuerdo con elegancia. Cuando de forma objetiva pienses que tu propuesta es la más recomendable, no impongas tu criterio por la fuerza. Razona, explica, concreta… Y si con todo, crees que la propuesta que esta encima de la mesa no es la más acertada, manifiéstalo con buenos modales. La cortesía no está reñida con la firmeza. 

Da credibilidad al experto. No se puede saber de todo. Cuando en la reunión haya un experto en un tema concreto, hay que dejarle que explique y razone sus propuestas. Al rededor de la mesa deben sentarse diferentes personas con diferentes perfiles, experiencias y conocimientos. Cada uno debe aportar su «sabiduría». La suma de «sabidurías» es la que garantiza una reunión eficaz. 

No te minusvalores. Confía en ti. Aumenta tu autoestima. Eres uno más de los asistentes, tu capacidad es como la de los demás. Estás en la mesa por algo. Los otros esperan de ti tanto como tú de ellos. Pensar que tus aportaciones son intranscendentes es cerrarte las puertas a tu implicación en el grupo. La autoestima es lo más importante que debes defender. A veces, sin razones justificadas, no nos gustamos a nosotros mismos y eso es una barrera a la participación. 

No te quedes con dudas.​ Pregunta.​ No te vayas a casa con interrogantes. Clarifica, pregunta… para tener la seguridad de que has comprendido las conclusiones de la reunión y del plan de trabajo que cada uno debe seguir para alcanzar los objetivos propuestos. Tu aportación será clave para la siguiente cita.

Seguramente tu podrás aportar mas sugerencias. Anímate y escríbelas en algún comentario a este post. Los lectores, y yo mismo, te lo agradecerán.

La coherencia garantiza la lealtad

Hace unos días tuvimos un grupo de amigos (ex colegas profesionales) un pequeño debate/tertulia sobre antiguas experiencias en el mundo laboral y las hemos resumido en forma de preguntas y reflexiones que ahora comparto contigo por si te pueden servir de algo cara a tu trabajo… 

¿Es posible catalogar en el programa de formación de una empresa un curso de Gestión del Tiempo y luego permitir que haya algunos directivos que se permita el lujo de convocar de forma habitual reuniones fuera del horario de trabajo? 

¿Se entiende que haya jefes que empiecen a enviar e-mails y WhatsApp el domingo por la tarde esperando respuesta inmediata? 

¿Es posible que una organización este enfocada permanentemente en lo urgente y no en lo estratégico? 

¿De verdad nos creemos que la verdadera fidelización de los clientes comienza por la propia organización, por las personas que conforman la empresa? 

¿Somos conscientes de que, para cualquier empresa, la innovación no representa tan solo la oportunidad para crecer y sobrevivir, sino también la oportunidad para influir de manera significativa en la dirección del sector? 

¿Caemos en la cuenta de que las iniciativas de cambio sólo pueden arraigar a través de un equipo directivo compacto y de funcionamiento óptimo y de liderazgo comprometido con la organización? 

¿Somos conscientes de que las personas que integran la organización influyen de forma determinante en la percepción que los clientes tienen de la compañía? 

Está comprobado que las organizaciones que tratan de una forma honesta a sus empleados se caracterizan por una mayor lealtad de los consumidores, y viceversa. 

La correcta dirección de personas en una empresa no solo evita la consecución de un producto de inferior calidad, sino que se convierte en el activo intangible capaz de convencer a un consumidor de que compre ese producto y no otro de la competencia. 

Un equipo de alta calidad dentro de la organización puede ser capaz de garantizar un sobreprecio en el producto sin provocar un descenso en las ventas. 

La coherencia entre lo que se dice y se hace es determinante para desarrollar ambientes de trabajo sanos en donde las personas pueden llegar a entender incluso lo que no les gusta.  

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P.D La RAE define la coherencia así: Relación lógica entre dos cosas o entre las partes o elementos de algo de modo que no se produce contradicción ni oposición entre ellas. Cualidad de la persona coherente o que actúa en consecuencia con sus ideas o con lo que expresa.