El YO que llevo dentro de MI

Que el ser humano necesita “lucir” sus cualidades, bondades, logros, éxitos… entra dentro de su propia esencia. Casi todos somos egoístas por naturaleza y ególatras por vocación propia. ¿A quién no le gusta que hablen de uno, y si puede ser para enaltecerle, mejor? Lo llevamos en el ADN. Que tire la primera piedra el que no haya presumido alguna vez en su vida. Es más, que la tire el que no haya hablado de sí mismo en más de una ocasión para dejar patente su valía personal o profesional… 

A todo el mundo se le perdona su debilidad “ególatra”, pero lo que, de verdad cansa, hastía y aburre es estar viendo todos los días y a todas las horas a las mismas personas que se regodean en su “YO”. Si te das una vuelta por InstagramFacebook o Twitter, podrás comprobar como hay gente que de forma recurrente cuelga algunas fotos suyas en la que su persona es el centro del mensaje. ¡Qué bueno sería si dejáramos de pensar en nosotros mismos para pensar en los demás! ¿No te parece que la fotografía sería más bonita? A lo mejor no tienes muchos «likes», pero lo has hecho con el corazón y eso tiene más valor. 

La manita y el corazoncito (likes) ha desencadenado una corriente muy extendida de “egolatría” en donde lo importante es el “YO” por encima de todo lo demás. El vicepresidente de Facebook, Andrew Bosworth afirmaba recientemente: «Todos y cada uno de los detalles en el diseño de Facebook tienen la función primordial de conseguir que no ceses de compartir cosas y de que te sientas muy contento al hacerlo». Cuando te enganchas, cuando te haces adicto, el YO se suele convertir en el protagonista de tu vida digital y analógica y esto puede ser peligroso. 

La humildad es una virtud que cotiza a la baja. Vivimos en un mundo en donde figurar, aparentar… es el “Leitmotiv” que mueve a muchos a meterse en esa rueda de la falsa popularidad. Siempre he pensado que el lugar para ser un auténtico “influencer” es en tu familia y en tu empresa en donde la gente te valore por lo que haces y no por lo que dices.  

¿Te imaginas que tus compañeros, colegas… te dieran el premio o reconocimiento a la persona más profesional y más alegre de la compañía? Eso vale infinitamente más que esos premios a los mejores Directores de Recursos Humanos, Marketing o Ingeniería… Esos premios que son para la galería, para el marketing personal, para la “marca personal”. Los premios que de verdad valen, son los que te tocan el corazón, los que te llegan al fondo del alma. Los que te dan sin haber optado a ellos… 

Pero aún más ¿te imaginas que tu pareja y tus hijos dijeran de ti que eres lo mejor que han podido encontrar en su vida? Para esto no hace falta estar en ninguna red social, simplemente hay que estar en casa, cerca de los tuyos… El mejor “networking” se hace alrededor de la mesa con tu familia, hablando de todo lo que ha ocurrido en el día, de las cosas buenas y de las cosas malas… Preocupándose por los demás… Disfrutando del encuentro, del aquí y ahora. 

El que suscribe este post también ha presumido en más de una ocasión, en demasiadas… Pero me he dado cuenta del error tan grande y desde hace tiempo decidí rectificar… Y en eso estoy, aunque… He dejado de publicar fotos mías o de mi familia. No me apetece ser el centro del mensaje. Es más gratificante, por ejemplo, colgar en Instagram fotos bonitas que sirvan de inspiración o contemplación, que aparecer YO a cada dos por tres… La cámara del móvil debe ser para hacer “clic” a los demás cuando los veo con ojos de admiración. Dejemos el YO que llevamos dentro de nosotros, para ver el TU que inspira a hablar de los otros. 

Si parece razonable que en un Blog hagas tu presentación y publiques un apartado con algún texto que explique quién eres y algunas fotos tuyas para conocerte mejor. ¡Y basta! No hace falta más «marketing». 

Tristan Harris de 34 años lidera una revuelta que reclama poner la tecnología al servicio del ser humano y no al revés. Fue jefe de diseño ético de Google. Abandonó la compañía precisamente por problemas éticos y lo hizo cuando se percató de que sus colegas, que asentían con la cabeza cuando les hacía una presentación con diapositivas, se olvidaban de la ética en cuanto volvían a sus puestos. 

Recomiendo leer el artículo publicado en XlSemanal de mayo de 2018… No tienen perdida. 

Enemigos del aprendizaje

Hace ya unos años, en mayo de 2009, tuve la enorme suerte de asistir a un curso que impartía Julio Olalla. Repasando papeles antiguos he recuperado algunas notas que tomé. Todo muy esquemático, pero suficiente para retomar y hacerme pensar.

Julio nos puso un ejercicio que él denominó «Enemigos del aprendizaje» y aquí te dejo a modo de flash algunas «perlas» que tal vez te puedan ayudar a reflexionar:

  • Tenemos que aprender a decir algo.
  • Hay que vencer la incapacidad de admitir que no sé.
  • No sabemos que no sabemos (ceguera cognitiva)
  • No tengo tiempo.
  • Deseo de tener todo claro todo el tiempo.
  • Excluir el mundo emocional como espacio de aprendizaje.
  • Excluir el ámbito del cuerpo.
  • La gravedad. Cuando sabes algo te cambia la voz (arrogancia).
  • La trivialidad. Todo es una broma (solo me rio del otro).
  • Hay mucho temor a reírse de uno mismo. Buscamos presas.
  • La adicción a la respuesta. No tengo preguntas.
  • El no dar autoridad para que me enseñen.
  • Vivir juzgando todo el tiempo.
  • No tener preguntas sobre nuestras preguntas.
  • Adicción a lo novedoso (se pierde rigor)
  • Olvidarme de jugar.
  • Confundir «tener opiniones» con saber.
  • Yo no puedo aprender siendo quien soy.
  • Aprender es adquirir información.
  • La desconfianza.

Bueno aquí tienes estos titulares para que tu los desarrolles. También te de dejo el vídeo que la grabé al finalizar una de las sesiones del curso. Merece la pena escuchar a Julio.

Julio es de esas personas que, aparte de tener grandísimos conocimientos, conecta muy bien con la gente. Sus intervenciones son divertidas, profundas, incisivas, reflexivas… Aprendí mucho con él. Sus conocimientos los he podido aplicar cada vez que he tenido oportunidad de hacer coaching.